Por: Dulce García |
Llegó la época de los carnavales, que sucede anualmente entre los meses de febrero y marzo, cuando las calles de México y varios países, las calles se llenan de música, disfraces, baile y jolgorio entre sus asistentes.
Los carnavales surgieron hace 5 mil años entre las poblaciones sumerias y egipcias. Para los sumerios era importante expulsar a los malos espíritus de las cosechas con una gran fiesta, y por su parte, los egipcios consagraban estos días a “Apis”, el dios asociado a la fertilidad.
Los festivales previos a la primavera se convirtieron en el Festival de Primavera de Ishtar en Babilonia u Osiris en Egipto, anunciando un renacimiento. Entre estos dos, se llevó a cabo otra fiesta conocida como San Valentín Lupercalia.
En la antigua Grecia, Dionisia era un gran festival de primavera celebrado en honor a Dionisio, el dios del vino. Los romanos adoptaron esta tradición y honraron al dios del vino en Saturnalia, con festejos llenos de banquetes y licor.
Posteriormente, en la Edad Media y con la expansión del cristianismo, las tradiciones paganas se adaptaron como preparativo para la cuaresma, un periodo de abstinencia y ayuno. De hecho, su nombre proviene del latín “carnem levare”, por lo que carnaval significa “quitar la carne”, y para que los participantes de los carnavales resguardaran su reputación, se cubrían el rostro con antifaces y sus cuerpos con disfraces.
Así, el cristianismo estableció la Cuaresma antes de la Pascua al imponer su propia interpretación del ayuno de 40 días de Cristo al negar los placeres de la carne y la tierra durante los 40 días antes de la Pascua.
Así, el carnaval ha pasado por varias fusiones o adaptaciones a lo largo de la historia, convirtiéndose en celebraciones populares con una gran herencia pagana y religiosa.
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